Cisneros y Nebrija, frente a frente de la mano de la profesora Teresa Jiménez

La profesora del departamento de Filología, Comunicación y Documentación, Teresa Jiménez Calvente, fue la encargada de la conferencia magistral en el acto de la Annua Commemoratio Cisneriana, que homenajea al Cardenal Cisneros.En esta conferencia, titulada ‘Cisneros y Nebrija, frente a frente’, la filóloga e investigadora, especialista en el campo de la cultura y la literatura escrita en latín durante los siglos XV y XVI en España, trató de explicar los puntos en común y las divergencias de estos dos grandes personajes históricos. Ahora, también los desgrana para el diario digital.

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Teresa Jiménez Calvente.

-Cisneros y Nebrija, dos personajes unidos por la historia y por el conocimiento. ¿Qué más tenían en común?
 -Ambos sintieron una enorme pasión por el estudio y unas ganas enormes de mejorar la sociedad que les tocó vivir: Nebrija luchó por su reconocimiento como gramático, que equivale a decir ‘profesor de latín’. En aquella época, era el puesto más humilde entre los que se dedicaban a la enseñanza, pero él estaba convencido de que, sin un buen latín, era imposible avanzar en el conocimiento de la Teología, el Derecho o la Medicina. Cisneros también fue un gran amante del estudio y, tras su paso por Salamanca, cuando ya estaba bien situado en Sigüenza con una prometedora carrera eclesiástica a su alcance, lo dejó todo, se hizo franciscano y se retiró a un eremitorio, donde llevó una vida de oración y privaciones. Sentía un enorme interés por el estudio de las ‘Letras Sagradas’, único camino para alcanzar ese ideal de vida que había abrazado. Los dos se ven a sí mismos como personajes capaces de influir en los demás a través de su ejemplo y enseñanzas; ambos, por lo tanto, son reformistas. Nebrija revolucionó la enseñanza del latín para que los estudiantes españoles accediesen a los saberes más diversos; por su parte, Cisneros anhelaba transformar la sociedad induciendo una renovación moral a través de una religiosidad más íntima y sincera. Para lograrlo, creó la Universidad Complutense, donde la lectura y el conocimiento profundo de la Biblia permitirían formar un cuerpo de hombres de Iglesia aptos para predicar esa verdad sin errores ni malentendidos. Para ambos, todo estaba en las letras: sólo había que descubrirlo.

- ¿Y qué les distinguía, profesora?
 -Pertenecían a ámbitos distintos: Nebrija era un profesor universitario, un erudito volcado en cuerpo y alma en el estudio; de ese modo, aprovechaba el tiempo libre que le dejaban las clases para alimentar esta afición. Solo pudo entregarse al estudio sin límites cuando encontró el apoyo de un mecenas tan generoso como Juan de Zúñiga. Junto a él permaneció 17 años. Igual que Nebrija, Cisneros quería una vida retirada, dedicada a la oración y a meditar sobre los textos sagrados; sin embargo, las circunstancias le empujaron a asumir diversas responsabilidades que lo convirtieron en un hombre de acción y en un hombre de Estado: fue confesor de la reina y, por lo tanto, uno de sus más íntimos consejeros; fue arzobispo de Toledo y, por eso mismo, gestor de un extenso patrimonio espiritual, cultural y político; realizó una expedición militar en el norte de África; fue regente en dos ocasiones; emprendió importantes reformas políticas y religiosas. Aunque a ambos les unió su pasión por el estudio de las ‘Sagradas Letras’, Cisneros tenía muchas otras obligaciones.

-Es evidente que, uno a nivel político y los dos a nivel intelectual, marcaron un antes y un después en la historia de España y han pasado a la posteridad. ¿Cuál cree usted que está más vigente en la sociedad actual?
-Es difícil decirlo, pues la capacidad de uno y otro para imprimir su huella fue muy diferente. A día de hoy, la impronta de Cisneros, sobre todo gracias a su labor como mecenas, se percibe nítida: basta visitar Toledo y su catedral o Alcalá y su universidad para que el nombre de Cisneros acuda a nuestra mente sin demasiado esfuerzo. No estoy tan segura de que la gente conozca sus otras facetas ni que tenga un conocimiento exacto de su perfil político. Como promotor de estas grandes obras públicas, pensadas para mejorar la vida de sus conciudadanos, el Cardenal se comportó como cualquier príncipe del Renacimiento, sabedor de que dedicar grandes sumas de dinero para esos fines era una forma de perpetuar su memoria. La labor de los eruditos como Nebrija, con ser importante, pasa y pasó entonces más desapercibida para el público en general. Su labor es más callada y queda más en la sombra, a pesar de su importancia, pues esa dedicación absoluta es la única que permite el avance del conocimiento: todos los discípulos de Nebrija se mostraron agradecidos; los propios reyes e incluso el Cardenal reconocieron su mérito y cuidaron de él cuando sus capacidades intelectuales habían comenzado a mermar a causa de los años.

-Ambos vivieron en un momento crucial en la historia de España, sin parangón con cualquier otro… A veces, las estrellas se ordenan y generan este tipo de confluencias, casi irrepetibles
-Sí, ¡menuda segunda mitad del siglo XV!: Cisneros, Nebrija, los reyes Fernando e Isabel y muchos otros personajes que sentaron las bases para el enorme desarrollo y los éxitos políticos y culturales que vinieron después. Habría que decir lo mismo que Felipe II ante un cuadro de Fernando el Católico: '¡a estos se lo debemos todo!'

-¿Con cuál de los dos se queda usted, profesora?
-Dentro del ámbito universitario en que me muevo, me resulta más próximo Nebrija, con su labor callada volcada en el estudio y el trato directo con los textos. Por Cisneros siento una gran admiración, pues me asombran su determinación y la sinceridad de sus convicciones: fue un político audaz, honesto y un hombre capaz de concebir grandes cosas en beneficio de los demás. Como ve, es imposible quedarse con un solo: los dos son magníficos referentes y figuras clave en la historia de España.

 

Publicado en: Entrevista