Cartas Presas, una radiografía de la escritura en reclusión

La profesora de la UAH, Verónica Sierra Blas, ha ‘excavado’ en el mundo de la prisión para ofrecer otra cara más de lo que supuso para España la Guerra Civil y sus consecuencias.

En su último libro, ‘Cartas Presas’, analiza la correspondencia carcelaria en el período comprendido entre 1936 y el fin de la dictadura.

-Profesora, ¿qué es y qué pretende ‘Cartas Presas’?

- Esta investigación pretende dar a conocer la prisión no solo como un elemento de represión (el principal quizás, además del más conocido), sino también como un espacio de supervivencia y de construcción

Verónica Sierra firmando su libro en la última Feria del Libro.

biográfica, de lucha por mantener la identidad ante el intento de transformación que la experiencia carcelaria conlleva, pues estar en prisión no es únicamente una forma de castigo, sino igualmente un modo de doblegar y transformar a los disidentes por parte de la autoridad. Existen muchos estudios sobre la represión en este período, y numerosas son también las aportaciones sobre las prisiones (algunas más generales, otras más específicas), pero en este libro he intentado ofrecer una perspectiva distinta, que es la que ofrece a la historia la disciplina en la que se insertan tanto el SIECE como el grupo LEA de la UAH, la historia social de la cultura escrita, cuyo objetivo es desentrañar la historia de la escritura y la lectura en una determinada época y lugar para conocer distintos acontecimientos históricos en los que quienes escriben y leen son testigo, registro y muchas veces narración. Esta es, por tanto, una historia de la prisión construida a partir del uso que los presos y presas hicieron de la cultura escrita y el sentido que dieron al escribir y al leer, especialmente cartas, que es el género protagonista de la obra, en este período negro de nuestra historia del que siempre quedarán cosas que decir.

-Hay todo tipo de cartas…
-En el libro hay cartas familiares, que se convierten en un alimento anímico para el encarcelado y en el sostén psicológico de unas familias que viven por y para la atención del preso o de la presa; cartas de súplica, donde las peticiones de indulto conviven con las de las necesidades más básicas, como medicamentos, comida o ropa, que reflejan cómo la escritura fue utilizada para someter a las reclusas y reclusos al poder a través del uso de un lenguaje laudatorio hacia sus destinatarios, pero cómo también sirvieron como púlpito (a veces el único) para reclamar justicia y para defenderse de las acusaciones, muchas infundadas, de las que tantos prisioneros fueron objeto. Y están presentes las cartas en capilla, cartas de despedida, tanto de presos de izquierdas como de derechas, que a veces acaban traspasando el ámbito de lo íntimo para ser publicadas, exhibidas en museos y memoriales o empleadas como pruebas en los procesos de martirio, en unos casos, y de indemnización de las víctimas del franquismo, en otros. Estas cartas fueron una especie de morfina, ayudaron a los presos y presas a prepararse para dejar este mundo, estuvieron muchas veces influidas por la presencia del sacerdote y el acto de confesión final, y determinadas siempre por la proximidad de la muerte.
Pero en el libro, además de cartas, también se habla de otro tipo de escritura carcelaria. Los grafitis, la prensa manuscrita clandestina, las memorias, los diarios, las autobiografías, los avales, las denuncias… Todas ellas permiten concebir la cárcel como un universo gráfico y entender que escribir, además de un medio de comunicación, se convirtió en estas circunstancias extraordinarias y trágicas en un modo de resistir, en una terapia, en un arma de defensa, en un instrumento de denuncia y, sobre todo, en registro de lo acontecido, en memoria de lo vivido, y en testimonio histórico.

-Usted, que lleva años buceando en las cartas y conoce todos sus ‘perfiles’, ¿qué ha aprendido al hacer este libro?
- Diría que la enseñanza ha sido doble: primero, que siempre se puede saber más de hechos claves en la historia de un país, como la Guerra Civil y la dictadura de Franco, que tanto se han documentado, ilustrado y estudiado. Cualquier historia se puede completar, ampliar o contrastar, sobre todo cuando entran en juego los testimonios de quienes la han vivido en primera persona. La otra lección es que el ser humano, más allá de sus diferencias ideológicas, comparte muchas cosas, como la necesidad de escribir, de expresarse. En ese sentido, la carta es un hilo de unión entre los presos y presas represaliados por la izquierda y los represaliados por la derecha. Evidentemente, hay muchas diferencias en forma y fondo, y también en los tiempos, las condiciones y los porqués del encarcelamiento, pero si hay algo que tienen en común, ese algo es, desde luego, el uso que hicieron de la escritura como herramienta cotidiana durante su reclusión.

- ¿Cuáles son las características específicas de estas cartas ‘presas’?
-Esta correspondencia deja huella del control al que están sometidos continuamente los prisioneros y prisioneras, es posible hallar las huellas de las marcas de la censura y las de la autocensura que los autores y destinatarios se imponían para asegurarse la entrega de las misivas. Pero, por otro lado, es una documentación que también nos habla de las distintas estrategias que presos y familiares idearon para vencer ese control y esas limitaciones comunicativas, y poder contarse lo que necesitaran. Son cartas que se sitúan entre el control y la subversión, frente a la censura existe una clandestinidad. Son cartas también que, en muchas ocasiones, se escriben por voluntad propia, pero que otras veces son fruto de una imposición, y esa tensión entre la elección y el deber o la obligación resulta también muy interesante.
La carta la entendemos desde la cultura escrita como la representación de quien escribe, pero aquí nos tenemos que plantear hasta qué punto lo que se dice y cómo se dice forma parte o no de ese pacto epistolar. La necesidad de ocultar la realidad a quienes se quiere en las cartas familiares, la adopción de un lenguaje sumiso en las de súplica, la tendencia a la idealización vital en las cartas en capilla… Todo ello remite, una vez más, a las condiciones excepcionales de producción y circulación que la prisión impone.

- Realmente estas cartas deben ser valiosísimas para los familiares de los represaliados…

-Desde luego. Hay familias que guardan las cartas como una reliquia. Conservar la carta, y rendirle culto, es la manera de cumplir con la promesa que en su día hicieron de no olvidar lo ocurrido, de mantener con vida en su memoria a la persona que la escribió. Lo que más me ha llamado la atención cuando he hablado con estas familias que tan generosamente me han dejado utilizar sus cartas en el libro es que no guardan rencor… Es más, la carta simboliza el perdón, la necesidad de seguir adelante a pesar de todo… La carta es una lección de vida, un legado de paz.

 

 

Publicado en: Entrevista