‘Cada uno de nosotros, como ciudadanos, podemos contribuir a la economía circular’
Javier Carrillo Hermosilla es Catedrático del Departamento de Economía y Dirección de Empresas de la UAH e Investigador Asociado del Instituto para el Análisis Económico y Social (IAES). En esta entrevista comenta para uah.esnoticia qué puede aportar la economía circular como solución a la crisis producida por la pandemia del COVID-19.
Javier también se encarga de la coordinación del Grupo de Investigación Sistemas Complejos en Ciencias Sociales y del Grupo de Innovación Docente para la Educación Ambiental y la Sostenibilidad. Asimismo, es responsable de la línea sobre Economía Circular y Eco-innovación de la Cátedra RSC UAH-Santander.
- ¿Cómo se define la economía circular? ¿Cómo la diferenciamos de la economía actual, digamos más lineal?
La economía actual, una economía lineal, de usar y tirar, genera una cantidad de residuos asombrosa, lo que implica una pérdida de valor igualmente disparatada. La generación de residuos derivada de todas las actividades económicas en la Unión Europea asciende anualmente a 2.500 millones de toneladas, equivalentes a 5 toneladas per cápita.
Esta economía lineal aumenta nuestra exposición a la volatilidad de los precios de los recursos y a posibles interrupciones del suministro, como ha quedado patente con la paralización de las cadenas de aprovisionamiento derivada de la crisis de la COVID-19. Más allá del deterioro, a veces irreversible, del medioambiente, el conjunto de consecuencias del modelo lineal es un desafío para la creación de riqueza a largo plazo. Se trata de hacer las cosas de un modo diferente, que permita compatibilizar la sostenibilidad del crecimiento socioeconómico con la del sistema natural: se trata de transitar con urgencia hacia una economía circular.
En pocas palabras, la economía circular se basa en tres principios muy simples. En primer lugar, el desperdicio no existe: los productos deben ser diseñados y optimizados para un continuo ciclo de desensamblado y reutilización al final de su vida útil. En segundo lugar, la circularidad supone una cuidadosa gestión del flujo de materiales, que de acuerdo con esta perspectiva son de dos tipos: por una parte 'nutrientes biológicos', diseñados para reincorporarse sin impacto ambiental negativo al ecosistema, contribuyendo de ese modo al crecimiento del capital natural, y por otra parte 'nutrientes tecnológicos', diseñados para reincorporarse sin pérdida de valor al sistema industrial, contribuyendo al crecimiento del capital económico. En tercer y último lugar, la energía requerida para alimentar este ciclo debe ser renovable, de nuevo para reducir la dependencia de recursos e incrementar la resiliencia del sistema natural y del sistema económico.
- ¿En qué puede ayudar la economía circular en la recuperación económica después de la pandemia provocada por el COVID-19? ¿Por qué puede ser una de las posibles soluciones a la crisis? ¿En qué nos puede ayudar?
El pasado 17 de julio tuve el honor de ser convocado como compareciente ante la Comisión para la recuperación e impulso de la actividad económica y social de la Comunidad de Madrid, para responder a estas mismas preguntas.
Dentro de su gravedad, el actual frenazo en la economía también puede leerse como una ventana de oportunidad para arrancarla de nuevo con una orientación más sostenible e intentar desvincular el crecimiento económico del uso de recursos. La economía circular representa una gran oportunidad económica, no solo ambiental, para países y empresas. Se estima que podría generar en Europa hacia 2030 un valor próximo a 1,8 billones de euros y unos 3 millones de empleos, al tiempo que presenta un gran potencial de innovación. Se trata, sin ninguna duda, de un vector de cambio económico, social y ambiental sobre el que Europa debe apoyar su recuperación y establecer las bases de su futura competitividad. Así se ha entendido en el Pacto Verde Europeo, presentado a finales del año pasado, que contempla movilizar en diez años 1 billón de € en inversiones. El Plan se enfoca en su tercer punto en la movilización de la industria en pro de una economía limpia y circular.
En marzo de 2020, la Comisión adoptó una estrategia industrial de la UE para acometer el doble desafío de la transformación verde y digital junto con un Nuevo Plan de Acción para la Economía Circular, continuación de las medidas adoptadas en 2015. En el ámbito nacional, el pasado mes de junio el Consejo de Ministros dio luz verde a la Estrategia Española de Economía Circular, que marca objetivos para esta década que aspiran a reducir en un 30% el consumo nacional de materiales y recortar un 15% la generación de residuos respecto a 2010. La Estrategia es uno de los elementos clave del Marco de Economía Circular, uno de los proyectos del Gobierno central que pretende ser palanca para la recuperación económica tras la crisis sanitaria provocada por la COVID-19.
- ¿Cómo crees que evolucionará la economía circular versus economía lineal en el corto plazo? ¿Cuál crees que será el desarrollo de las alternativas de economía circular en los próximos años?
La transición hacia la economía circular es un concepto complejo, multidimensional y en el que intervienen múltiples actores. Nos encontramos 'bloqueados' en un sistema de producción y consumo que arrastra una poderosa inercia equivocada desde la Revolución Industrial, cuando se sentaron las bases de ese modelo lineal sin, por supuesto, prever su incompatibilidad con las actuales dinámicas ambientales y demográficas.
Si queremos salir de esta situación de bloqueo en un modelo económico lineal e insostenible, debemos dar un paso atrás y plantearnos soluciones alternativas a nuestros problemas y necesidades. En las últimas décadas, las empresas han incorporado lentamente la variable ambiental en sus procesos de decisión, en la mayor parte de los casos empujadas por la presión regulatoria. Sin embargo, hasta la fecha estos esfuerzos se han orientado mayoritariamente a añadir soluciones parciales a los procesos y productos ya existentes, tratando los síntomas del problema y no atacando la causa fundamental del mismo, que reside en el propio diseño de la economía industrial. Por su parte, los consumidores, particularmente los europeos, se muestran cada vez más inclinados hacia los productos ambientalmente responsables, aunque progresen más lentamente en cuanto a su disposición a pagar el habitual sobreprecio con respecto a los productos convencionales.
Afortunadamente las estadísticas dejan margen al optimismo. Si nos acogemos a los últimos datos disponibles, en 2016 en torno a un tercio de las PYMEs europeas ya habían implementado actividades favorables a la economía circular y un número importante se encontraban en proceso de desarrollar actividades en ese sentido. En cuanto a los consumidores, de acuerdo con las estadísticas de 2017, el 94% de los ciudadanos europeos consideran importante la protección del medio ambiente y el 87% piensa que puede jugar un papel personal en esa protección, aunque creen que las empresas y los gobiernos pueden hacer bastante más.
Queda claro que tanto entre los productores como los consumidores europeos hay una buena disposición a colaborar en esta transición hacia la economía circular. Sin embargo, a pesar de la voluntad privada, las barreras antes señaladas hacen muy necesario el apoyo público frente a este reto, como han entendido las autoridades europeas.
Javier Carrillo Hermosilla |
- ¿Cómo se puede llevar la economía circular a la práctica?
Cada uno de nosotros, como ciudadanos, podemos contribuir a la economía circular, por ejemplo: contratando energía verde, comprando productos eficientes energéticamente, comprando alimentos de temporada y proximidad, y en general, reduciendo el consumo y los residuos. Sin embargo, a pesar de que la fuerza de la demanda es poderosa, esta transición exige de compromisos e inversiones que corren a cargo de las empresas.
Existen diferentes formas, o modelos de negocio, mediante los cuales las empresas pueden contribuir a la economía circular.
Encontramos algunos ejemplos inspiradores en empresas que proveen a la industria de recursos renovables, reciclables o biodegradables, como BFT, una empresa canadiense que produce fibras textiles a partir de cultivos de lino y cáñamo, compatibles con las tecnologías de la industria textil tradicional y con propiedades tan buenas como el algodón o las fibras sintéticas. Además, tiene un impacto ambiental mucho menor en términos de consumo de agua y sin ningún tipo de residuo insostenible, como los microplásticos.
Del mismo modo, es creciente el número de empresas que buscan valor no solo en los productos finales, sino también en las corrientes de materiales que se utilizan en sus sistemas productivos, como Procter & Gamble que ya opera más de la mitad de sus fábricas con el objetivo de cero residuos.
También hay empresas que contribuyen a la economía circular prolongando la vida útil de sus productos. Por ejemplo, Dell, que, a través de su negocio de reacondicionamiento, recupera viejos equipos y los revende.
Igualmente, contribuyen a la economía circular las empresas de plataformas de uso compartido, ya que en lugar de desechar productos que se encuentran inactivos permite que otras personas tengan co-acceso o co-propiedad. Como ejemplos se podrían mencionar a Airbnb o a BlaBlaCar.
Por último, también contribuyen las empresas que operan bajo el modelo de negocio de producto como servicio, que no se centra en generar grandes volúmenes de producción, sino que se enfoca en las prestaciones y la capacidad de actualización que tienen sus productos, desmaterializando la entrega de valor, para ofrecer siempre las últimas innovaciones. Encontramos otro ejemplo inspirador en la propuesta de “iluminación como un servicio” de Philips, en la que el cliente paga por los lúmenes de los que disfruta, y no por el equipamiento, de cuyo diseño, operación, mantenimiento y renovación se encarga la compañía holandesa.
En conclusión, la transición desde el actual sistema económico lineal hacia una economía circular permitiría compatibilizar los legítimos deseos de desarrollo y bienestar económico de la creciente población del planeta con la capacidad natural del mismo para dar soporte a tal desarrollo.
Este proceso puede ser largo, lento, costoso y tal vez frustrante en el corto plazo. Tal vez no muchos países y empresas puedan permitirse liderar esta transición. Lo que parece evidente es que pocos podrán elegir mantenerse al margen de ella.
Publicado en: Entrevista