Berríos: ‘Es posible que las emociones conlleven el pegamento secreto de la intersubjetividad humana, pero todavía no hemos construido el lenguaje para entenderlo’

El catedrático emérito de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge, Germán E. Berríos, recibió el pasado mes de octubre el título de Maestro de la VII Lección Magistral Andrés Laguna, una distinción que conceden la Universidad de Alcalá y la Fundación Lilly.

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G. Berríos y el rector, José V. Saz.

En su conferencia ‘Andrés Laguna y la psiquiatría’, analizó las referencias y aproximaciones a la mente y sus aflicciones en la obra del célebre médico humanista del siglo XVI, Andrés Laguna, y las ideas que propone la Escuela de Cambridge, a la que pertenece, sobre los síntomas mentales. En la entrevista, aporta también algunas pinceladas sobre su pensamiento.

-Ofreció la conferencia magistral hablando de la relación que tiene la psiquiatría y los trabajos de Andrés Laguna. Háblenos, por favor, brevemente, de esas confluencias.
-Laguna, como todos los médicos de su época, fue un generalista, es decir, diagnosticó y ofreció tratamiento a toda clase de enfermos y enfermedades. La locura no parece haber sido central a sus intereses clínicos e investigadores. No obstante, tuvo contactos con ella. En la conferencia mencioné cuatro: la Physiognomonika, los trastornos motores (catalepsis y catoche), los efectos mentales del abuso de atropínicos, y la locura de Demócrito. 
G. Berríos

-Usted, que pertenece a la Escuela de Cambridge, es un firme defensor de la división entre los síntomas mentales de origen orgánico y los de origen simbólico o emocional y reivindica que se investiguen como dos ámbitos de un mismo todo. Pero la investigación va por otros derroteros…

-Efectivamente, una de las propuestas del modelo de Cambridge es que los síntomas mentales (p.e. alucinaciones, delirios, obsesiones, etc.) que se observan en las enfermedades neurológicas (p.e. tumores cerebrales, epilepsia, enfermedad de Parkinson, Huntington, Wilson, esclerosis múltiple, etc. etc.) tienen una estructura distinta de síntomas mentales similares vistos en el contexto de la esquizofrenia, manía, melancolía, enfermedad obsesiva, etc. Esto lleva a preguntarse si estos dos grupos tienen también un origen distinto. Hasta el siglo XX esta distinción fue parte de la psicopatología clínica. Solo después de la Segunda Guerra Mundial se decidió que no había diferencia entre ellos. Este cambio no fue empírico, sino ideológico. Fue un reduccionismo a ultranza que ha dañado la investigación en la naturaleza semántica y simbólica de los síntomas mentales.
Si tal cambio fue solo ideológico, su explicación se debe buscar en el campo de lo social. La investigación científica es una fuente importante de rédito para el capitalismo contemporáneo. Para tal modelo económico, formas de investigación científica que consuman aparataje técnico costoso y contribuyan a la circulación del dinero (como la investigación biológica en psiquiatría) son preferibles a aquéllas de coste bajo. La propuesta de que muchas aflicciones psiquiátricas tienen origen psicosocial requiere investigación cualitativa, hermenéutica y narrativa. Ésta es mucho menos costosa y amenaza el modelo económico de capitalismo.     

-Partiendo de esta división, ¿podría decirnos por qué se generan esos síntomas orgánicos, qué los hace aparecer?, ¿Llegará un momento en que se pueda prevenir su aparición?
-Las causas de las aflicciones psiquiátricas de origen orgánico primario no se conocen. Se puede especular que el cerebro es susceptible a ‘insultos’ de tipo genético, auto-inmunológico, traumático, infeccioso, etc. Estas propuestas causales dan vuelta en la historia y regresan periódicamente. Por ejemplo, la idea de que algunas formas de locura se deben a infecciones larvadas. En los años 1920 y 1930 esta creencia fue popular en la psiquiatría e hizo que se les quitaran los dientes a miles de enfermos mentales. En los últimos cinco años volvemos a leer artículos muy serios sobre que ciertas formas de locura pueden ser el resultado de infecciones o inflamaciones cerebrales.
En respuesta a la idea de que la ‘prevención’ podrá ser el fruto final de la investigación biológica, se debe decir lo siguiente: si se toma la teoría de la evolución en serio, hay que aceptar que habrá mutaciones biológicas y sociales futuras que generen nuevas causas y nuevas formas de locura. En la práctica, esto significa que la tarea del investigador será como el suplicio de Sísifo, que periódicamente tendrá que repetir todo el trabajo de nuevo para poder actualizar el mapa aetiológico. En la psiquiatría, por lo tanto, la prevención va a ser difícil.     

-Con respecto a los segundos síntomas, los de carácter emocional o simbólico, son más difíciles de ‘controlar’. El dolor por una pérdida, el sentimiento de tristeza, la sensación de soledad… son difíciles de prevenir. Pero el mensaje es que se pueden tratar ¿no, doctor?
-Pareciera ser que todas las culturas humanas han desarrollado, con más o menos éxito, formas de ayuda para amenguar la desgracia personal y social. En la cultura occidental, rápidos y forzados cambios (p.e., en organización social, expectativas, creencias religiosas, amplitud de derechos humanos, etc.) han dañado la efectividad de tales apoyos sociales. Pareciera ser que generaciones anteriores resistieron mejor el embate de la muerte inesperada o temprana (de niños, por ejemplo) que las generaciones presentes. La desaparición de la familia extendida y de rituales sociales de duelo junto con las promesas de inmortalidad que la ciencia provoca, a menudo han creado en la población un absurdo sentido de omnipotencia. Es posible que amenazas a tal vacío empoderamiento y la falta de apoyo social en ciertas culturas hayan hecho al hombre más vulnerable a la desgracia. Muchas de las terapias oficiales de apoyo que ahora se ofrecen después de desastres naturales simplemente imitan lo apoyos psicosociales que alguna vez fueron ofrecidos por abuelos y vecinos…

-Después de su prolongada trayectoria como investigador y docente, ¿qué le ha enseñado el cerebro?
-El cerebro es un órgano más en el cuerpo humano. La valoración exagerada que en nuestros tiempos se da a la cognición lo ha deificado. Esta distorsión valorativa ha causado un sesgo semántico que hace que se menosprecien cualidades y funciones humanas como las emociones. De la boca para afuera todo el mundo dice que las emociones son importantes, pero cuando se las investiga se las reduce a ser una forma de comunicación o cognición (p.e. el oxímoron ‘inteligencia emocional’). Es posible que las ‘emociones’ conlleven el pegamento secreto de la intersubjetividad humana. No lo podemos entender porque el lenguaje para hacerlo todavía no se ha construido.  

-¿Qué mensaje da a los estudiantes de Medicina que quieran centrar su actividad profesional en la investigación?
-La Medicina no es una disciplina contemplativa, sino empática, ética y modificadora. Sus muchas limitaciones generan constantes preguntas que solo las ciencias naturales y sociales pueden responder. Las preguntas con más sentido y urgencia surgen de la interacción diaria con los enfermos. Desde muy temprano el estudiante de Medicina debe aprender que el enfermo es la única fuente de preguntas y la raison d’être de su profesión. Debe también entender que no hay investigaciones o investigadores superiores o privilegiados, ya que las ciencias sociales y las naturales tienen el mismo valor. 

 

Publicado en: Entrevista