Bernardo Kliksberg: ‘La tecnología sin ética no soluciona los problemas’

Bernardo Kliksberg, economista, sociólogo y profesor, ha sido investido recientemente doctor honoris causa por la UAH. Considerado el padre de la gerencia social y pionero de la ética para el desarrollo, habla en esta entrevista de los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo y en especial, de los retos de la educación en este siglo XXI.

-  En su discurso, usted habló de los ‘los nuevos desafíos en educación en un mundo en cambio y turbulencia’. ¿Cuáles son esos nuevos desafíos?
-  El  mundo está cambiando a una velocidad inédita en la historia. Yo diferencio varias  macrotendencias y de cada una de ellas es posible extraer consecuencias de cómo hay que educar. La primera de ellas es que el mundo se ha hecho totalmente complejo e incierto, muy difícil de predecir. La educación debe entregar modelos educativos que permitan pensar por cuenta propia  para adentrarse en un mundo tan complejo. Luego está revolución tecnológica, que está cambiando todo. Y eso plantea problemas: por un lado, hay que capacitar a la gente para adentrarse en ese mundo. Pero también hay que plantearse quién maneja la tecnología, y en beneficio de quién. No puede quedar una gran mayoría excluida de los avances.

Momento de la investidura
Momento de la investidura

-   Se refiere a la brecha tecnológica…
-   Eso es. Hay que educar a los jóvenes para ubicarse éticamente frente a este mundo tecnológico. Otra de las macrotendencias es la de la pobreza. Vivimos en un mundo inmensamente rico que es a la vez inmensamente pobre. Hay 4.300 millones de personas que no tienen una instalación sanitaria adecuada. Mueren 16.000 niños al día por razones totalmente evitables. Hay que educar para sensibilizar frente a eso, para que los ciudadanos reclamen acabar con la pobreza como una prioridad. También está la desigualdad. El 1% más rico tiene actualmente el 50,4% de la riqueza del mundo….
-  Usted habla habitualmente del círculo perverso de la desigualdad…
-   Por supuesto, la desigualdad se autoalimenta. Por eso hay que educar a los jóvenes para crear democracias con oportunidades reales para todos. Otra de las macrotendencias del mundo actual son las causas que provocan éxodos de personas que escapan de África, Asia… por la pobreza, por los efectos del cambio climáticos. En lugar de generar odio contra los inmigrantes, tenemos que educar en la solidaridad. También nos enfrentamos a las discriminaciones de género, de las que ahora conocemos conductas aberrantes en Hollywood y en otros lugares. Hay que educar para la igualdad de género. Y debemos combatir también las guerras insensatas, el terrorismo, las matanzas y expulsiones masivas que está viviendo el mundo, con bastante indiferencia, por ejemplo, en el caso del pueblo rohingya. Y por otro lado, está desapareciendo la ética de la reflexión pública: se está aplicando lo de que ‘el fin justifica los medios’. Todas estas macrotendencias generan nuevas necesidades educativas.
-  Usted ha dicho alguna vez que la educación es la gran lucha que tiene que dar el mundo. Da la impresión de que todo el mundo está de acuerdo, pero no hay grandes avances.
-  Todo el mundo está de acuerdo en el título: la educación es lo más importante. Pero los desacuerdos empiezan con ‘¿qué tipo de educación?’ Hay sesgos muy fuertes hacia una educación no humanística, si no puramente tecnológica, lo que significa la expulsión virtualmente de las Humanidades de las Universidades, y la idealización de la tecnología como única solución para todos los temas. Hay en el mundo 300 millones de personas que sufren de hepatitis C. Hasta hace seis meses no había cura. Un laboratorio desarrolló unas pastillas que a las tres semanas de ser ingeridas, curan la enfermedad en el 99,99% de los casos. Pero les puso de precio 100.000 dólares… La tecnología por sí sola no soluciona los problemas, si no tiene un control ético.
-   Usted señala muchas veces el vínculo entre la corrupción y la educación. ¿Nos educan para ser corruptos o al menos, para que no nos pillen?
-   Claro. La educación puede ser neutra frente al problema de la corrupción, puede ser favorable (‘hay que ganarse la vida…’) o puede ser totalmente crítica, que es la única alternativa posible. Desde pequeños hay que enseñar a los niños a compartir. Las civilizaciones indígenas de América Latina tienen en su base el compartir. Finlandia, Noruega… son los países que encabezan la tabla de transparencia internacional porque la opinión pública está masivamente contra la corrupción. Un corrupto es un paria.
-   Los grandes ídolos para los jóvenes son los triunfadores, los que ganan muchísimo dinero, como los futbolistas. Y a ellos parece que les perdonamos todo.
-  La escuela tiene que reivindicar a los verdaderos héroes, y los verdaderos héroes no son los que ganan mucho dinero. La escuela tiene que explicar quién fue Martin Luther King, Nelson Mandela, madame Curie… De estos ejemplos,  los chicos  no se van a enterar en los medios de comunicación. Tiene que ser la escuela la que los reivindique.  
-  ¿Qué es un emprendedor social?
-   Es aquel que consigue una idea nueva, para solucionar un problema que afecta a mucha gente, y no se la apropia para ganar dinero, sino que la convierte en una aplicación colectiva. Jonas Salk fue un emprendedor social: inventó la vacuna contra la poliomelitis, la más importante de los últimos 60 años. Todos esperaban que vendiera la patente a algún laboratorio. Pero Salk dijo ‘jamás ¿acaso la luz del Sol puede patentarse?’ Algo tan importante debe ser para todos. Y se aseguró de que así fuera.
-  Profesor, en el terreno económico, y después de la grave crisis que ha vivido el mundo recientemente, parece que seguimos con las mismas recetas de siempre. ¿ve posibilidades de que se apliquen fórmulas distintas?
-  Los únicos países que no fueron afectados por la gran crisis de los años 2008-2009 fueron los países nórdicos. Son los más exitosos del mundo macroeconómicamente, con las más bajas tasas de desempleo, y en la base de eso está la igualdad. Cuanta mayor es la igualdad de oportunidades, más estable y exitosa es su economía.
-  ¿Es usted optimista?
-  Soy optimista porque participo de algo que se podría llamar ‘optimismo bíblico’. Creo que el destino final del género humano no puede ser la especulación salvaje, la pobreza, la desigualdad … el destino final del género humano debe ser la justicia, la paz. El Papa Francisco lo dice maravillosamente: para cambiar el mundo hay que usar la no violencia activa y creativa.
-  Ha recibido recientemente el doctorado honoris causa por nuestra Universidad. Se  suma a los casi 50 que tiene de otras Universidades…
- Sí, pero éste es muy especial porque lo recibo de una Universidad que tiene más de 500 años de existencia, que es historia pura, que ha sabido conciliar el pasado con el presente y con el futuro, porque esta Universidad ha sabido recuperar su patrimonio con un empeño fenomenal. Tiene además una comunidad universitaria que trabaja contra la pobreza, contra las grandes desigualdades, y estoy seguro de que va a tener un futuro cada vez más metido en esa agenda.  Además, para mí, que soy un judío creyente, recibirlo en España, de donde en tiempos pasados se expulsó a los judíos, es todo un símbolo de que las cosas han cambiado.

 

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