El profesor Rubén Manso analiza la crisis financiera en su artículo “Descreídos y conversos”

Rubén Manso, profesor de Organización de Empresas de la UAH e Inspector de Entidades de Crédito del Banco de España (excedente) analiza en su artículo "Descreídos y conversos" otro aspecto de la actual crisis financiera: la postura de los partidarios de la intervención enconómica. "No se dejen engañar -dice Manso- todas estas aparentemente bien intencionadas y razonadas palabras sólo esconden una cuestión y es el convencimiento del gran empresariado de que el Estado sólo debe nacionalizar una cosa: sus perdidas, sea por error, sea por mala fortuna".

Ahora que otra vez parece que el mundo se va acabar por culpa de la última crisis financiera, reaparecen de nuevo los partidarios de la intervención económica. Les traigo como muestra tres perlas escogidas del mar de la prensa. La primera dice: El Instituto de Crédito Oficial (ICO) ampliará “lo que haga falta” su línea de crédito a las empresas para garantizar su liquidez y paliar las tensiones en los mercados crediticios. La segunda proviene del mismo FMI, y afirma que el departamento de Asuntos Monetarios y de Mercados de Capitales de la institución ha aprovechado (. ..) para proponer un paquete de iniciativas encaminadas a paliar a corto plazo los efectos del terremoto financiero, que incluye el uso de fondos públicos en los casos que pusieran en peligro la estabilidad financiera y macroeconómica. La tercera: casi ningún empresario del sector centraba sus esfuerzos en el mercado de la vivienda protegida, puesto que los márgenes son mucho menores que en el mercado libre. Sin embargo, el presidente de Martinsa cree que puede obtener beneficios con este tipo de promociones. Es decir, ahora que vuelven las vacas flacas, vuelven los de siempre con el remedio de siempre: dinero público. En todas sus formas: crédito fácil y subvención. Además, se vuelve a hablar de la necesidad de nuevas regulaciones de los mercados ¡como si los mercados necesitasen más regulación!
Los defensores de estas actuaciones no son miembros de los movimientos antiglobalización, herederos, a su vez, de los comunistas que, durante las pocas décadas en que el comunismo dijo algo en la Historia de la Humanidad, afirmaban que el sistema de libre mercado se iba a caer en cualquier momento…hasta que se cayó el comunismo. Los que vuelven con la necesidad de la ayuda pública son gente bien instalada en el mercado, que ahora aparecen como conversos a la socialdemocracia desde el liberalismo. Y si no, vean otra perla más: “I no longer relieve in the market’s self-healing power”, Josef Ackermann, chief executive of Deutsche Bank, dixit. En español: que ha perdido la fe en la autorecuperación de los mercados. No se dejen engañar, todas estas aparentemente bien intencionadas y razonadas palabras sólo esconden una cuestión y es el convencimiento del gran empresariado de que el Estado sólo debe nacionalizar una cosa: sus perdidas, sea por error, sea por mala fortuna. No son conversos, porque siempre creyeron en esto: la economía social de mercado, que es de mercado cuando hay beneficios y social cuando hay pérdidas.
Es interesante en este sentido un editorial reciente de esa revista inglesa homónima, The Economist, que nos recuerda varias cosas: las crisis financieras existen desde siempre --aunque ellos comienzan citando a los reyes de España y Francia como primer ejemplo--, probablemente parte de la crisis actual haya sido una política monetaria laxa -por lo.que no parece lo más conveniente incidir en ella- y, por último, las llamadas al refuerzo de la regulación de los mercados olvidan que, como remedio, pueden ser peor que el mal que nos aqueja. Totalmente de acuerdo.
El mercado, en la economía de mercado, es un organismo vivo que se autorregula. Cuando los excesos son grandes, los costes de recuperación también. La intervención del Estado para solucionar el problema, en la economía social de mercado, no genera más que una lucha por concitar el favor del mismo, con las consiguientes consecuencias en términos de justicia.
Es posible que los excesos en los últimos años hayan sido muchos. Algunos de ellos es posible que hayan sido culpa del Estado, la política monetaria tal vez sea el ejemplo. Otros han sido culpa de los agentes. Dejémosles que aprendan de sus errores.
El principio de subsidiariedad en el orden político y económico, formulado por primera vez por Pio XI en Quadragesimo Anno, suele entenderse mal. Muchos lo explican como el deber del Estado de intervenir allí donde no llega el sector privado. Lo que justificaría, en esta interpretación, la obligación del Estado de socorrer a los perjudicados por la crisis, dado que el sector privado no va a tener conmiseración con los mismos. Esto es muy dudoso, dado en muchos casos la calidad de los afectados por esta crisis (los prestatarios del ICO, los bancos, el presidente de Martinsa y Josef Ackermann).
Lo que el principio de subsidiariedad implica es que las decisiones sean tomadas en el nivel más cercano a los afectados por las mismas. Si la crisis afecta a estos señores, que han tomado muchas decisiones que les han conducido a la situación actual, que no dejen que el Estado tome las decisiones para sacarles de la misma. Ellos no pueden alegar incapacidad o imposibilidad para tomarlas. Si no lo hacen, terminarán por no tomar decisiones y se convertirán (algunos ya lo son) en lujosísimos funcionarios. Dicho de otro modo, el principio de subsidiariedad nos dice que decidamos y que nos responsabilicemos de nuestras decisiones, y no que un banquero se lamente, como un adolescente, de lo que hizo una mala noche con el coche y el dinero de su padre.

Publicado en: Archivo opinión