Elisa Pérez Vera: ‘es un honor pertenecer al Claustro de la UAH’


La Universidad de Alcalá ha reconocido a la jurista Elisa Pérez Vera como Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alcalá. La ceremonia tuvo lugar en el Paraninfo.

Pronunció la ‘laudatio’ el profesor José María Espinar Vicente, catedrático de Derecho Internacional Privado y decano de la Facultad de Derecho de la UAH.

Elisa Pérez Vera
es catedrática de Derecho Internacional Público y Privado en la UNED, donde un premio de investigación relacionado con la igualdad de género lleva su nombre
. Ha sido Rectora de la UNED entre 1982 y 1987, Secretaria General del Consejo de Universidades entre 1987 y 1991, Presidenta del Consejo Consultivo de Andalucía entre 1994 y 2001 y Magistrada del Tribunal Constitucional desde 2001 hasta 2012. Esta mujer menuda, que inunda de entusiasmo todo lo que hace, cuenta

Elisa Pérez Vera.
con un importante número de publicaciones tanto en el ámbito del derecho Internacional Público como en el del Derecho Internacional Privado y ha sido condecorada con el Lazo de Dama de la Orden de Isabel la Católica del Ministerio de Asuntos Exteriores, la Gran Cruz de la Orden del Mérito Aeronáutico del Ministerio de Defensa y un gran número de medallas de oro de numerosas universidades españolas. Ahora, la UAH la nombra Doctor Honoris Causa, destacando así su trayectoria como jurista y como docente y como gestora.
En esta entrevista, Elisa Pérez Vera habla de este nombramiento y también repasa su trayectoria en distintos ámbitos.

-Tiene ya la vitrina muy llena de reconocimientos, pero ¿cómo ha recibido el Honoris Causa de la UAH?

-Con emoción, porque viene de mis compañeros y porque viene de una institución como la Universidad de Alcalá. Siempre es una sorpresa extraordinariamente agradable que los propios compañeros te reconozcan, que te inviten a compartir Claustro con ellos. Para mí es un honor grandísimo que agradezco de corazón.

-Usted fue la primera mujer elegida para el cargo de rectora en la universidad española, ¿cómo se asume esa enorme responsabilidad con la perspectiva que da el tiempo?
-Hay un programa que se llama ‘Ochéntame otra vez’, que se emite después de la serie ‘Cuéntame cómo pasó’ que me está haciendo revivir muchas cosas y me está haciendo de nuevo ser consciente de que yo estuve ahí y, desde mi ámbito, colaboré en la transformación de este país, porque los cambios fueron espectaculares...
Mi nombramiento como rectora de la UNED fue tan llamativo que fue noticia en el Telediario de las 9; así de sorprendente era entonces que una mujer llegara a ser rectora. Y no solo rectora. La situación de la mujer en todos los ámbitos: social, político, académico... era de marginación total. Yo, afortunadamente, nací en una familia liberal en la que nos educaron a todos por igual y a todos se nos dio las mismas oportunidades, pero las desigualdades empecé a notarlas justo al llegar a la universidad. En mi facultad éramos más de 100, pero solo había 5 mujeres. La brecha era muy profunda, y se hizo más profunda cuando mis compañeros catedráticos, cuando yo oposité a la Cátedra, comentaban que a una mujer no se le exigía ser catedrática, que bastaba con que fuera titular. El techo de cristal nos aplastaba entonces a las mujeres. Por fortuna, vivimos en otro país y en otra sociedad, aunque todavía hay camino por recorrer.

-¿Cómo ve el presente de la universidad española?

-Con muchísima preocupación. Si nuestros poderes públicos no se dan cuenta de que invertir en educación y en investigación es invertir en futuro, estamos cerrando el futuro de nuestra sociedad, porque las sociedades no avanzan si no es por esa vía. Una juventud sin esperanza es un país sin futuro.

-Su trayectoria no solo es académica. También ha sido durante 11 años Magistrada del Tribunal Constitucional, y no ha pasado precisamente desapercibida en este cargo...
-Es que en el Tribunal Constitucional es muy difícil pasar desapercibido, porque somos muy pocos y siempre estamos situados en el punto de mira. Es fácil estar en la diana, sobre todo si, como me ocurrió a mí, por azar, te tocan asuntos duros de lidiar. Pero de esta etapa lo que más me ha quedado en el recuerdo es la enorme tensión, el enorme esfuerzo, la dedicación exhaustiva que requiere el cargo, porque siempre tenía la impresión de que estaba haciendo mucho menos de lo que exigía la responsabilidad que había asumido.

-Parece que en este momento todas las instituciones, incluido el Tribunal Constitucional, están en entredicho...

-Ciertamente hay crisis de las instituciones porque están en entredicho, pero lo importante es cómo se vive esa realidad. El país sufre una situación económica terrible y eso, ente otras cosas, propicia que las instituciones sean discutidas, pero eso no es malo. No es mala la crítica ni, por tanto, la revisión de las instituciones, cuando, utilizando el lenguaje cinematográfico, el país parece reflejar una imagen en blanco y negro, en donde hay más de 6 millones de ciudadanos sin un trabajo, tratando de sobrevivir cada día.... Desde esa perspectiva, creo que no sale fuera de lo normal que las instituciones y, en concreto, el Tribunal Constitucional sea muy discutido en todas sus decisiones. Por lo demás, hay que añadir que en realidad siempre ha sido así, ya que siendo su cometido esencial la interpretación de la Constitución, las decisiones que adopta el Tribunal Constitucional chocan a veces con las interpretaciones realizadas por sus críticos.

-Y hablando de la Constitución, ¿usted está a favor o en contra de su reforma?

-Yo siempre he adoptado las decisiones respetando escrupulosamente la Constitución y lo haría una y mil veces mientras que esté en vigor pero, ¿se puede reformar?, ¿se debe reformar?: sí y sí. Hay aspectos que se han quedado obsoletos, como la sucesión a la corona; preceptos que tenían una función transitoria y ya no sirven y otros, como la Organización Territorial del Estado, que solo se esbozaban y exigían un desarrollo posterior que ahora solo se apoya en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Creo que es el momento de abordar una reforma de la Constitución con mayor calado que las dos menores que hasta ahora se han producido. Eso sí, sin premuras y buscando siempre el consenso, al menos igual a aquel sobre el que se apoyó la Constitución vigente, ya que será la mejor garantía de la perdurabilidad del texto resultante.