Una investigación en la que participa la UAH descubre que los primeros humanos usaban aguas termales para cocinar

Las excavaciones llevadas a cabo en la garganta de Olduvai, en Tanzania, determinan que transformaban los alimentos antes incluso de haber inventado el fuego.

La revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ha publicado los hallazgos del Olduvai Paleoanthropology and Paleoecology Project (TOPPP), con sede en el Instituto de Evolución de África (IDEA) de la Universidad de Alcalá, en colaboración con el Museo Nacional de Tanzania. Y es que es en esa zona de Olduvai donde se descubrieron los primeros restos humanos de Homo habilis y Homo erectus hace dos millones de años. 

Hace seis años, los directores del TOPPP (Manuel Domínguez-Rodrigo, catedrático de Prehistoria de la UAH; Enrique Baquedano y Audax Mabulla) iniciaron un ambicioso proyecto de reconstrucción de dicho paisaje en colaboración con el laboratorio Summons del MIT (USA) para analizar biomarcadores en los sedimentos. Ainara Sistiaga, del MIT y la Universidad de Copenhagen, lideró dicho análisis y, junto a Roger Summons y Kate Freeman (de la Universidad de Pensylvannia), descubrió que abundaban los biomarcadores de la vegetación y la fauna en toda la superficie de aquel paisaje de 1,7 millones de años. Además, descubrieron unos marcadores inesperados: unos lípidos que generan algunos micro-organismos bajo altas temperaturas que eran los mismos que produce la bacteria Thermocrinis ruber, presente en ambientes acuáticos muy calientes, cuya temperatura supera los 80º Celsius y que en la actualidad, se encuentra mayormente en fuentes termales, lo que indicaba el uso de agua muy caliente.

El hecho de que la presencia de los homínidos se intensificara en proximidad a dichos lugares significa que, muy probablemente, supieron usar este recurso para cocinar animales muertos, cuyos restos se han encontrado en zonas termales. Así, al cocinar la carne, no solo la hacían más digerible, sino que, además, eliminaban potenciales bacterias dañinas y añadieron a su dieta carne y tubérculos cocinados, muy presentes en los ecosistemas de sabana donde habitaban.

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