La tesis doctoral de un profesor de la UAH cambia los paradigmas a la hora de afrontar la reanimación y el modo de abordar la muerte súbita cardíaca
El profesor de Ciencias de la Salud de la UAH, Iván Ortega, licenciado en derecho, enfermero de emergencias y experto en bioética, ha participado recientemente en la facultad de Medicina de Harvard, en Boston, en un encuentro mundial sobre el diagnóstico clínico de la muerte. Su tesis doctoral, defendida en la UAH hace dos años, es un modelo que ha servido para cambiar a nivel internacional la actuación a la hora de afrontar la reanimación y el modo de abordar la muerte súbita cardíaca.
‘Los límites que separan la vida y la muerte son, como mucho, sombríos y vagos. ¿Quién podría decir donde comienza una y termina la otra?’, dice Edgar Allan Poe en el capítulo ‘El entierro prematuro’ de ‘Narraciones extraordinarias’. Iván Ortega la cita para explicar el contenido de la tesis que ha presentado en Harvard, donde aborda un problema que tiene que afrontar cada día el personal de emergencias sanitarias: cómo se puede aumentar la supervivencia de la gente que sufre una muerte súbita en su casa, en el trabajo o en la calle; en qué momento se puede considerar que deben cesar los esfuerzos de reanimación y, yendo un poco más allá, cuándo hay que declarar clínicamente muerta a la persona y trabajar por otro objetivo: intentar mantener sus órganos internos válidos para un potencial trasplante posterior, si ese es su deseo o su familia consiente a la donación.
‘Me percaté en mi trabajo como enfermero de emergencias que la delgada línea roja que separa la vida de la muerte en situaciones de parada cardiaca inesperada era a veces borrosa, sobre todo en el caso de adultos previamente sanos que sufren un colapso cardiocirculatorio súbito y que, una vez considerados fallecidos, pueden ser potenciales donantes de órganos ¿Qué hacer?,¿dónde termina la reanimación, conforme a la mejor evidencia y práctica actual y dónde debemos pasar a pensar en el bien posterior que, sin duda, generan los órganos para quien se encuentra en lista de espera para sobrevivir o, al menos, vivir mejor?’.
La tesis, candidata a premio extraordinario de la UAH, trata de dar respuesta a todas estas preguntas mediante dos revisiones sistemáticas de la literatura mundial para dilucidar la mejor evidencia médica, ética y legal actuales sobre la reanimación de máxima calidad tras la muerte súbita y también en preservación de órganos, tras declaración de la muerte de los pacientes fallecidos fuera del hospital. Porque, como reconoce el propio Ortega, ‘pueden existir conflictos de intereses entre la vida del paciente y la vida del receptor de los órganos de un donante recién declarado cadáver’.
Esta investigación ha generado un verdadero cambio de paradigma en la reanimación y el modo de abordar la muerte súbita cardíaca. ‘Las conclusiones de nuestras revisiones sistemáticas han sido incorporadas en las últimas recomendaciones internacionales. Aconsejan usar la ECMO (técnica de Circulación Extracorpórea a través de una Membrana Oxigenada) en pacientes seleccionados que sufran un paro cardíaco en la calle o en casa, cuando existan los medios y conocimientos para trasladarles bajo reanimación ininterrumpida y de alta calidad al hospital. Por otro lado, nuestra propuesta integradora, que ofrece la donación cadavérica si, pese a todo lo anterior, el paciente no sobrevive, se ha incluido como mejor praxis también en las recomendaciones internacionales’.
La investigación desarrollada por el profesor de la UAH confirma que la técnica ECMO, que otros países brindaban en situaciones excepcionales y como último recurso a ciertas víctimas de muerte súbita, ‘era exactamente la misma que nosotros en España estábamos usando en individuos a los que ya considerábamos irrecuperables; y la usábamos para mantener sus órganos para el trasplante posterior. Esa técnica ECMO consiste en que una máquina fuera del cuerpo y a través de unos tubos que se conectan al paciente o donante bombea sangre enriquecida con oxígeno a todos los órganos. Si es para reanimarle, ante todo al cerebro. Si es en un donante cadáver, a riñones e hígado. He ahí la frontera bioética, pero también médica o clínica... ¿Por qué si esa tecnología se usa en otros países para salvar a quien sufre una muerte súbita y, de hecho lo están consiguiendo con éxito y con resultados muy prometedores, nosotros en las mismas circunstancias la estamos empleando para mantener órganos en pacientes que ya consideramos cadáveres y a los que quizás podríamos haber intentado salvar antes de hacerlo?’
La repercusión internacional ha sido evidente: las conclusiones preliminares se publicaron en revistas como The Lancet, Critical Care o Resuscitation, de muy amplio impacto en el ámbito de la salud, y Ortega ha explicado su tesis en numerosos foros internacionales, entre ellos el centro más prestigioso de Bioética, The Hatings Center, en Nueva York. Ahora, ha participado en Harvard en este encuentro de los 50 expertos mundiales que, se estima, más han cambiado paradigmas en estas décadas en determinar la denominada ‘muerte clínica’ y definir los criterios para la donación de órganos tras la muerte del paciente’.
A nivel nacional también ha habido cambios: España, que no ofrecía aún la ECMO para la reanimación de paradas cardíacas extrahospitalarias, comienza a implementar programas de este tipo. ‘Hemos servido de acicate para ello. Y en donación cadavérica, que España fue pionera hace 3 décadas usando, aquí sí, la ECMO, se están revisando los protocolos para evitar los conflictos de intereses y clarificar quién y cuándo debe ser considerado donante cadáver y, hasta entonces, paciente recuperable al que debemos intentar salvar y sin secuelas o con la mejor calidad de vida tras una muerte súbita de origen cardíaco’. Como bien señala Ortega, 50 años después ‘las fronteras siguen por definir, tanto más cuando las recomendaciones internacionales actuales en reanimación son claras al afirmar que la causa de la muerte súbita en casi tres de cada cuatro adultos que la sufren es reversible y tratable médicamente’.
En este sentido, considera crucial que testigos o familiares sepan llamar al 112 tras identificar que se trata de una parada cardíaca y sepan hacer una reanimación mediante compresiones torácicas y boca a boca. ‘Pero hoy sabemos que si eso se ha hecho de forma precoz y eficaz y los sanitarios identificamos que la causa es reversible, debemos trasladar sin dilación al paciente mientras mantenemos la reanimación de forma ininterrumpida y con cuidados avanzados de calidad in itinere para llegar al hospital y ofrecer una técnica, la circulación extracorpórea o ECMO. Aseguramos con ella la llegada de sangre oxigenada al cerebro del paciente mientras podemos resolver la causa que hizo que ese corazón se parase de forma súbita’. Si, pese a todos los intentos por salvar la vida y tras ofrecer, si es el caso, la ECMO durante la reanimación, el paciente no sobrevive, se puede mantener esta ECMO en el hospital. ‘Así, si el paciente dejó dicho en vida que quería ser donante, o si la familia consiente, se podrá hacer posible gracias a la preservación de sus órganos hasta la extracción horas después. En ese caso, la muerte del paciente, pese al drama humano inevitable, no habrá sido en balde ya que con su muerte podrá dar vida, o mejorar la calidad de vida, de hasta cinco personas distintas’.
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