La Cátedra de Ética Ambiental de la UAH presenta un estudio piloto sobre la huella de carbono en los alimentos

El informe 'Calculo y etiquetado de huella de carbono en productos alimentarios' se ha presentado en la sede de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, a cargo del profesor de la UAH Emilio Chuvieco, director de la Cátedra de Ética Ambiental Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno – Universidad de Alcalá. Este documento recoge los principales resultados de un proyecto piloto sobre la huella de carbono en alimentos de gran consumo, como el aceite de oliva o el pan rallado.

La huella de carbono es un indicador ambiental que permite cuantificar numéricamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que genera la fabricación de un producto, la prestación de un servicio o incluso el conjunto de actividades de una organización. En definitiva, y de modo simplificando, su impacto sobre el cambio climático. Y, por si teníamos alguna duda, los alimentos tienen huella de carbono, como confirma el profesor Chuvieco: 'cada cosa que compramos, cada alimento que comemos o cada decisión sobre la forma de transportarlos tiene un impacto sobre el balance global de emisiones de gases de efecto invernadero, ya que cualquiera de estas actividades ha requerido para su cultivo, fabricación, transporte y eventual reciclado una determinada cantidad de energía y materias primas. Además, se han generado residuos que conllevan a su vez una cierta cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero y otros compuestos químicos'.

Este estudio ha descubierto también que los consumidores participantes en el proyecto piloto, de distintos estratos socioeconómicos, asumían de partida que el consumo de alimentos no tiene emisiones asociadas y que solo contamina la industria.

Pero no es así: por ejemplo, en el caso del aceite, los valores obtenidos (1,67 kg de CO2 equivalente por cada kilo, para el envasado en vidrio y 1,22 kg para el envasado en lata) son inferiores al promedio del aceite de oliva convencional (situado en torno a los 1,32 kgCO2e), gracias en buena parte a un tipo de cultivo muy cuidado. Se observa además que el impacto del tipo de envasado influye mucho en el total de emisiones del producto. El envasado en vidrio implica una huella de carbono 66,6% superior al envasado en lata', aclara el profesor Chuvieco.

 En los últimos años, la Unión Europea ha dado pasos para evaluar la posibilidad de establecer normativas relacionadas con el cálculo, verificación y comunicación al consumidor de este tipo de indicadores. En nuestro país, se ha avanzado notablemente en el inventario de emisiones de gases de efecto invernadero de organizaciones, el registro de los resultados e incluso la compensación de estas emisiones.

No ha ocurrido lo mismo con el cálculo y comunicación de la huella de carbono de los productos a la venta, como los alimentos, que parece entrañar una complejidad mayor. Sin embargo, la huella de carbono como indicador ofrece grandes posibilidades para concienciar al consumidor del impacto que tiene la alimentación sobre el cambio climático.

 

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