El fin de la sequía, ¿una buena noticia? Un profesor de la UAH analiza la situación

El experto de la UAH, Carlos Mario Gómez, habla de cómo en pocos meses la sequía extrema que asolaba algunas zonas de España ha dado paso a una situación que los hidrólogos llaman de normalidad. El profesor de Economía analiza qué se ha llevado y qué nos queda de la preocupación por la sequía.

 

En Navidad España temblaba mirando a un cielo que durante el otoño no había regalado casi ni una gota de agua. La alarma por la sequía había llegado incluso al Duero y a otras zonas donde la falta del agua no formaba parte de la lista de problemas y en el mediterráneo los regantes, las empresas y las autoridades se preparaban para afrontar el tercer año consecutivo de sequía. Esta primavera, sin embargo, las lluvias han desbordado, nunca mejor dicho, las expectativas más optimistas. Los pantanos rebosan y las aguas han vuelto a su cauce, incluso se han convertido en una amenaza para cultivos y zonas urbanas, y la sequía se ha caído de la lista de temas preocupantes. En escasos tres meses España ha pasado de padecer una sequía a gestionar el riesgo de inundaciones. Pero ¿es esto una buena noticia? En opinión del profesor de la UAH, ‘el fin de la sequía es una buena y una mala noticia al mismo tiempo’, en un país que solo se acuerda de Santa Rita cuando truena.

Y es que, Gómez recuerda que ‘el verdadero problema en España es el déficit estructural de agua’. Un déficit que se produce, en buena medida, por una paradoja económica y social: las actividades más intensivas en el uso del agua, como pueden ser la agricultura de regadío y el turismo de sol y playa, se sitúan precisamente en las zonas donde falta el agua. ‘España no es una excepción. Ocurre así en todo el mundo: dónde es escasa, el agua es aún más valiosa porque es la que pone en movimiento una serie de recursos como la tierra, la mano de obra, el transporte y otros servicios que sin agua permanecerían ociosos. Por ese motivo la disponibilidad de agua es la piedra angular del desarrollo territorial del sureste español (como lo es del sur de California, del este de Australia y del norte de China).

En nuestro país la escasez hídrica afecta año tras año a la franja mediterránea y especialmente a las cuencas del Segura y el Guadalquivir. ‘De forma sistemática, en estas zonas se utiliza cada año una cantidad de agua superior a los recursos disponibles de largo plazo.  Y no es porque se produzca un consumo abusivo. Es difícil encontrar lugares en el mundo donde se utilice el agua de un modo más eficaz que en los regadíos del Segura o en las ciudades del Levante español. Lo que ocurre es que, a pesar de todo, la lluvia incluso en años “normales”, solo alcanza a cubrir en torno al 50-60% de las necesidades de largo plazo’. La sequía es preocupante porque pone a prueba un sistema deficitario, pero el problema de fondo no está en los episodios de sequía sino en la escasez estructural.

¿Y cómo acabar con el déficit estructural?, ¿los trasvases de agua pueden ser una solución? No lo considera así el experto de la UAH, que advierte que ‘hay que ser muy prudentes con los trasvases; en el siglo XXI estos sólo son aceptables para la sociedad si se demuestra que su objetivo no consiste en llevar a otras zonas del país los problemas de escasez de las zonas que no pueden valerse con sus propios recursos’. “No se puede descartar que algunos trasvases bien diseñados puedan ser un elemento sostenible de solidaridad territorial, pero sus promotores deben ser capaces demostrarlo pues, de otra manera, carecerán del apoyo social necesario para llevarlos a cabo. Es un hecho que los grandes trasvases han defraudado las expectativas que crearon y, por ese motivo, pueden ser una causa de los problemas actuales”. Pone como ejemplo el trasvase Tajo-Segura, ‘que se diseñó en los años 70 para llevar mil millones de metros cúbicos por año, pero solo se pudo construir para llevar 600 millones y, al final, no ha podido llevar más de 350 porque la cuenca del Tajo no tiene capacidad suficiente para satisfacerlo (este año sólo se han autorizado 108). En efecto, el agua no llegó en la cantidad prometida, pero la promesa del trasvase si se tradujo en nuevos regadíos, desarrollos turísticos y en aumentos de la demanda y, por supuesto, de la escasez”.

En España, otra de las políticas contra la sequía estructural son las grandes desaladoras que han supuesto inversiones ingentes. En un país casi rodeado de mar, estas plantas deberían ser una oportunidad, pero pueden ser un problema: ‘las desaladoras producen agua abundante, de buena calidad y en una cantidad predecible. Pero se trata de un agua más cara y todavía se tienen que diseñar los mecanismos para que el agua desalada se utilice en los usos habituales y no solamente en situaciones extremas de sequía. Una buena parte de la capacidad de desalación se mantuvo ociosa durante años porque a los usuarios les resulta más barato extraer agua de acuíferos sobrexplotados y, en muchos casos, contaminados y todo porque los precios del agua son inadecuados: el agua desalada debe ser asequible y la sobrexplotación de las fuentes de agua debe estar controlada y penalizada. Los precios actuales del agua crean estas distorsiones y empezaremos a resolver el problema cuando los convirtamos en un instrumento efectivo para poner orden y ajustar los usos del agua a los recursos disponibles en cada momento’.

Otro tanto ocurre con los esfuerzos por ser más eficientes en el uso del agua: ‘si el agua es escasa, por mucho que mejoremos el regadío, el agua que ahorremos no va a servir para mejorar la seguridad futura, porque siempre será posible utilizarla para sembrar una hectárea más…El ahorro del agua no se traduce en una recuperación de los pozos sobrexplotados y en mayor seguridad para cubrir los déficits en los períodos de sequía..., sino en usos adicionales’, añade el experto. Ese es el otro reto importante de la gestión del agua en España: aprovechar de verdad las oportunidades que nos brinda la tecnología para mejorar la seguridad hídrica y la sostenibilidad del desarrollo económico”.sequiadentro

Entonces, ¿cuál es la solución, dónde hay que buscar las respuestas? Gómez estima que todas estas medidas: trasvases, desaladoras, reutilización, mejoras en la eficiencia, se deben poner al servicio de la sostenibilidad del sistema. Esto requiere un pacto nacional del agua que incluya, entre otros, acuerdos de distribución y reasignación de agua, hable de los precios del agua –unos precios que reconozcan las necesidades futuras y no solo sirvan para recuperar costes pasados de los servicios del agua. Pero las últimas esperanzas del pacto nacional del agua parecen haberse ido con las lluvias de primavera. ‘El agua en la naturaleza sigue las pautas del ciclo hidrológico y en la sociedad las de un ciclo ‘hidro-ilógico’. Los problemas se plantean en situaciones extremas de sequía, cuando apenas hay arrestos para abordar la emergencia. El pasado mes de enero los grandes partidos nacionales suscribieron acuerdos para negociar un acuerdo de país, en febrero se convocaron mesas de diálogo, en marzo se pusieron sobre la mesa nuevos tributos ambientales, en abril se propuso un Fondo Nacional del agua, la realización de auditorías hidrológicas y se habló de la gestión global del recurso, en mayo todo parecía menos urgente y en junio ya no se habla del tema: se lo llevó la corriente, hasta la sequía que viene’.

El profesor de la UAH pide que en esta primavera, la más lluviosa de los últimos 60 años en España, el agua vuelva a la agenda y, en plena abundancia, que es cuando hay que hacerlo, se lleven a cabo las reformas estructurales urgentes que necesita un país ‘donde ya se detectan las consecuencias del cambio climático, con fluctuaciones cada vez mayores en las temperaturas y las precipitaciones’.

La prioridad debe ponerse en garantizar la seguridad hídrica ‘y eso pasa por debatir cuál debe ser la combinación de las fuentes de agua en el futuro (lluvia, desaladoras, acuíferos, reutilización, desalobradoras, etc.). Las fuentes aparentemente baratas son insuficientes e inseguras (como el agua de lluvia) y las fuentes más caras dan seguridad a todo el sistema (como el agua subterránea, la reutilizada y la desalada); se necesitan todas, pero en la combinación correcta y con los precios adecuados. ‘Conocemos más o menos las demandas de agua que habrá dentro de unos años y sabemos que los recursos de la lluvia son inciertos por el cambio climático. Tenemos que pensar todo eso al tiempo, igual que hacemos con las fuentes de energía eléctrica. Ese es el primer paso’.

Si de verdad se quiere resolver el problema es necesario poner las luces largas, pensar en el largo plazo. Ese es el segundo paso. ‘Ahora que llueve todos los usuarios quieren utilizar los ríos y los embalses. Pero no es arriesgado decir que, en breve, cuando pase el temporal, veremos de nuevo las desaladoras paradas y los acuíferos y los ríos sobrexplotados. ¿Por qué no aprovechar los períodos de normalidad para recargar los acuíferos, restaurar los ríos y mantener los caudales ecológicos y de ese modo asegurarnos frente a lo que pueda depararnos el cambio climático? Con el cambio climático aumentará la severidad y la frecuencia de las sequías. No hay ningún motivo para esperar la próxima emergencia pues en ese momento, con toda seguridad, tendremos menos medios para resolver el problema’.

 

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